Para mí, renunciar a lo que dejaba de ser mi vida por miradas centesimales significaba abandonarme a mí mismo, explotar y saltar al vacío, sin red ni hogar, sin baldosas amarillas, un funambulista más imposible que un jodido éxtasis de profundidad.
El Ectoplasta llegó a nuestras vidas, supongo que de alguna manera me llegó al corazón, quizás a día de hoy debería de estarle agradecido, las noches se tiñeron de rojo, de telecasters. Podría decir que, de alguna manera, acabaremos matándonos mutuamente.
Algún día descubrirás el alcance de tus aventuras, tus miedos y tu jodidamente estúpida sinrazón existencialista de mierda.
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